5 may 2011

La Crisis del Miedo y la Oportunidad

Como dije hace dos días en la primera entrada de este blog, hoy hablaré de la crisis (tema poco original, pero que por muy rutinario que haya llegado a ser, sigue teniendo a muchísima gente en un callejón sin salida).

Lo que me planteo al pensar en esto no es cómo podremos salir de la precaria situación a la que hemos llegado. La duda que me asalta es la de cómo y por qué hemos alcanzado este punto.

El "CÓMO":

Desde hace algunos años, todos venimos aprendiendo más de lo que hacíamos antes, sobre un tema que entendíamos más bien poco: economía y bolsa. Sólo sabíamos que si la bolsa iba mal, los precios subían y todo iba peor, y con eso podíamos considerarnos unos conocedores medios de tan complicado tema.

Luego vino un señor llamado Ben Laden, que la lió muy gorda y cabreó a un tal Bush, que en ese momento era el hombre más poderoso del planeta. Hasta ahí, todo quedaría en cosas de buenos y malos, o de héroes y villanos (cada cual, que dé el título que quiera a cada uno de los dos).

Entonces, llegó la parte en la que toda esa guerra de ángeles y demonios afectó a los simples mortales. Sin motivo aparente, el barril de petróleo empezó a subir de precio, unas veces porque quemaban los oleoductos en esas tierras lejanas de donde se saca la mayoría del llamado "oro negro", otras porque los costes de extracción del mismo subían y, la parte que más me gusta, por la desconfianza de los inversores y de los agentes bursátiles.

Esta desconfianza es la que mueve al mundo, según veo cada día. Si ellos desconfían, suben los precios. Si suben los precios, eso acaba derivando en la subida de todo lo demás. A mí, lo siento mucho, pero esa ecuación no me cuadra en absoluto.

En cuanto ha saltado la liebre en Libia, el petróleo se ha puesto otra vez por las nubes, cuando ese país aportaba el 2% aproximadamente de la importación de sus clientes. Para colmo, los impuestos sobre ese mismo producto y su venta suben a pasos agigantados, mientras a la hora de bajar, en las noticias presentan bajadas ínfimas como grandes eventos. Si a alguna mente medianamente inteligente le da por comprobar la diferencia entre costes y precio final, rápidamente se convertirá en una mente primitiva ordenando a los puños a golpear la pared.

Esto podríamos aplicarlo a muchísimos productos de comercio internacional, pero el combustible es el mejor ejemplo de cómo puede todo un sistema encarecerse, sólo por la desconfianza, para que al final el único afectado sea el pobre ciudadano de a pie que ya no puede llenar el tanque sin que le baje la tensión al ver su tarjeta bancaria echando humo al pasarla.

El POR QUÉ:

Esta es una cuestión de difícil respuesta, aunque yo tengo mi preferida: El CHANCHULLEO.

En el argot popular, el chanchulleo es hacer algo de dudosa ética para conseguir lo que deseas. En España, como en muchos países, la crisis comenzó con unos cuantos de esos por parte de los bancos. Cuando todo se fue al garete junto a las dos famosas torres, las primeras en esconder la cabeza bajo la tierra fueron las entidades bancarias. De repente, todo estaba excesivamente mal y necesitaban ayuda, ya que sin ella no podrían dar créditos a la gente para que pudiesen financiar sus negocios, casas, etcétera. Los pequeños comerciantes se vieron con las manos atadas y los bolsillos vacíos para poder impulsar sus ideas de negocios y producir más consumo y movimiento de dinero. Esto llevó a que otras empresas derivadas de esos negocios tuviesen que cerrar o, en el mejor de los casos, recortar plantilla. Todo se convirtió en una cadena económico-alimenticia que se rompía en un eslabón bastante alto y dejaba sin comer a los inferiores.

Pero lo mejor estaba aun por llegar.

El Gobierno, en su ánimo de ayudar (más vale tarde que nunca), inyectó dinero a bancos y cajas para que pudiese reactivarse la economía en nuestro país, gesto que estos elementos recibieron de buena gana. El chanchullo que se marcaron fue que, tras coger el dinerito, siguieron sin soltar un céntimo y se lo quedaron todo para ellos, para sus maniobras de inversión y ganancias. Es como si te quejas de no tener dinero para hacer un regalo a tu hermano pequeño, y cuando tus padres te dan 20 € tú le compras un chupa-chups y te quedas con el resto.

Por supuesto, no podemos quitar su parte de culpa a todos esos empresarios que aprovecharon esta falta de financiación para recortar plantilla, cosa que antes no podrían haber hecho debido a la protección que tenía el empleado contra esas acciones. No dejamos de ver que empresas privadas, como (sin ánimo de dar pistas) esa de telefonía que se privatizó hace algún tiempo, siguen cogiendo el humo del puro de los beneficios por una mitad sonriente de la boca, mientras con la otra mitad hacen gesto de perrito cojo y expulsan empleados, en vez del humo sobrante.

¿Cómo saldremos de esta? Dejando de tener miedo...

Nosotros tenemos el poder del voto, y en nuestro país hay más de dos partidos políticos, así que de nada vale quejarse luego de que siempre ganan los mismos.

Nosotros compramos, vendemos y usamos. SOMOS la economía.

Como me decían en mi anterior trabajo: "¡A llorar, al río!"

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